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26 diciembre 2011

En algo tan pequeño como una lagrima, cabe algo tan grande como un sentimiento.

Tú, si tú, estás sentada en una mesa de tu instituto haciendo un examen, de biología en concreto. Estás muy animada, ya que el día anterior te pasaste toda la tarde estudiando y te lo sabes de maravilla. De repente tu movil vibra, es el hermano de tu novio que está en el hospital con un cáncer muy grave y avanzado. El movil no para de vibrar en tu bolsillo. Tú pides permiso para ir al baño, al principio no te dejan pero luego les dices que es importante, que lo necesitas y entonces vas. Afuera de la clase coges y preguntas qué sucede, que estás haciendo un examen. Su hermano te dice que no hay tiempo, que tienes que ir de inmediato. Tú te asustas y entras a clase cogiendo tus cosas rápidamente y marchándote de clase. El profesor te lo impide pero te inventas una excusa diciendo que te han llamado del hospital diciendo que tu madre está en un estado muy crítico. Entonces te dejan ir. Tú coges tu bicicleta y vas lo más rápido posible. Te embarras al pasar por los charcos a gran velocidad pero ahora eso no importa. Llegas y dejas la bici tirada en la entrada del hospital, importándote una mierda si te la roban o no. Te vuelves loca buscando la habitación y le preguntas a cada persona que se cruza en tu camino dónde está la habitación número tres. Tras quince minutos buscándola la encuentras y entras empujando a la gente que te impedía seguir adelante, sin importarte lo que piensen de ti. Al entrar el mundo se te cae a los pies. Te encuentras a ese chico que darías todo por él, con el que pasaste la mayor parte de tu vida, siendo amigos o algo más, te le encuentras totalmente inmovilizado y tus ojos se inundan en lágrimas. Te haces paso entre los enfermeros y te colocas a su lado diciendole con una sonrisa fingida que todo va a salir bien, que no se preocupe. Él te sonríe y dice con un hilo de voz que te acerques más a su cuerpo, que tiene frío y no te ve bien. Tampoco te oye a la perfección. Tú te acercas y él te besa.Por un momento desconectas pero te das cuenta de que le faltan fuerzas. Le acaricias el pelo y se te queda un mechón en la mano, entonces tú ya no puedes aguantarte las lágrimas y rompes a llorar. Él te pregunta que por qué lloras, que qué sucedía, y tú le coges la mano fuertemente y la aprietas contra ti mientras le haces que te prometa que se va a poner bien pronto. Él te lo promete pero también quiere que tú le prometas algo. Quiere que seas feliz aunque él no esté ahí contigo. Tú le dices que no puedes cumplir esa promesa. Que es imposible ser feliz sin él a tu lado. Pero él te insiste, le miras a los ojos y le dices ''Te lo prometo.''. Él te mira, te sonríe y te dice: ''te amo pequeña... siempre es siempre...'' y ves como su garganta hizo un ruido extraño y te asustas. Le llamas por su nombre unas cuantas veces y al moverte, su mano que estaba encima de la tuya, cae a la cama. Le miras a la cara y ves que no reacciona. Entonces tu mundo en ese intante, se derrumba, se rompe y se desvanece. Tú no paras de llorar y lo coges en tus brazos, abrazándole con todas tus fuerzas, gritando que por qué él y no otro. Ese chico por el que darías tu puta vida, muere delante de ti. En tus brazos. Le cierras los ojos, te acercas y le besas por última vez, sabiendo que no te seguirá el beso. Sus labios aún están calientes. Tú lloras y te tienen que sacar de la habitación. Te dicen que vayas a casa y te tomes unas tilas. Te acompaña su hermano, también muy triste y a punto de llorar. Ahora, ha pasado un mes de todo eso. Un mes del peor día de tu vida. Solo te queda dolor. Pero ese dolor es el que te demuestra que fue real. El sentimiento que te demuestra que él existió realmente y que de una manera u otra está ahí.

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